Llevo año y medio experimentando el cáncer. Lo externo: los tratamientos, los efectos secundarios, las eternas pruebas, los innumerables pinchazos en las venas, el dolor en todo el cuerpo, el no poder andar, el necesitar ayuda para cualquier cosa... es incontable. También experimentando lo interno: el miedo, la incertidumbre, el enfado, la rabia, la ira, la desconfianza... con el paso del tiempo y gestión emocional: la aceptación, el control mental, el desapego, aprender a soltar, quererme cada vez más, valorar mi fortaleza, valorar y admirar la de mi cuerpo a pesar de todo lo que ya lleva encima...
Casi desde el principio,
en cuanto acepté lo que me estaba pasando, me vino a la mente la asociación entre
mi Yo
y
mi Cuerpo. Empecé a vernos como un equipo que debía unirse para soportar mejor lo que inevitablemente teníamos que pasar.
Ya desde mi primer tratamiento, cuando salieron las heridas en mis nalgas debido a la radioterapia, empecé a hablar con mi cuerpo. "Vamos, aguanta un poco. Sé que duele, pero es temporal. ¡Esto pasará. Aguanta por favor!"
Como por arte de magia el dolor disminuía. Parecía que mi cuerpo me escuchaba y decidía unirse a mi equipo. Yo (mente) me propuse llevar el timón, dirigir lo que había que hacer, dirigir a mi cuerpo, indicarle también lo que él tenía que hacer, para ello debía tener una
mente bien enfocada en objetivos. Mi cuerpo, por su parte, seguía mis instrucciones, se dejaba llevar, parecía que me escuchaba -y hoy creo firmemente que lo hacía/hace-.
Ha perdido casi 8 kilos (ya he recuperado 3). Lo veía tan desvalido, casi sin poder mantenerse de pie, sin poder andar... Entonces volvía a hablar con él, ya que una parte de mí (mi Yo de antes) me pedía "darle caña", trabajarlo, andar aunque no pudiera, a pesar del inmenso dolor y el cansancio... pero otra parte de mí, una nueva parte de mí (mi Yo de ahora) me decía que no era el momento, que le escuchara, que también tenía que aprender a escuchar sus necesidades.
En esos momentos paraba mi mente, mis pensamientos, y simplemente observaba mi cuerpo, mis sensaciones, todo lo que me dolía, mis pocas fuerzas, y mi Yo de ahora empezaba a entender que no era momento de forzar situaciones, que mi cuerpo debía recuperarse, que no merecía la pena forzarlo a andar hoy, ya lo haría mañana, no había prisa.
Me miraba en el espejo y lo observaba, tan delgado -aunque esto era lo que menos me preocupaba. Sin apenas poder andar, menos peso tenía que desplazar y sabía que coger peso era una cuestión de tiempo-.
En esos momentos lo abrazaba, abrazaba mi cuerpo frente al espejo, con los ojos cerrados, sólo sintiéndome y le decía: "¡Eres perfecto! Muchas gracias por aguantar tanto. Muchas gracias por estar llevando todo esto tan bien. Gracias por haber querido formar equipo conmigo. ¡Lo vamos a conseguir! Eres magnífico y te quiero mucho. Todo esto es temporal. Lo superaremos". Y así permanecía un rato, lo que mis piernas aguantaban frente al espejo, hablando y abrazando mi cuerpo.
Hace años, en algún lugar escuché que las células de nuestro cuerpo pueden "oir" lo que les decimos y responden a ello. ¿Verdad? ¿Mentira? ¡Qué más da! A mí me ayuda/ba y alivia/ba hacer esto. Me siento bien y noto que mi cuerpo responde así que, el resto me da igual...
A veces perdemos demasiado tiempo en cuestionar en vez de probar, creer y confiar. Creo que nuestro Ego se siente más "importante" si lo hacemos. No vamos a entenderlo todo, no podemos pretender entenderlo todo, pero es que para que funcione, no es necesario que lo entendamos.